Esa
es la esquina donde debo doblar. Al girar me voy a encontrar
con el enorme chivato, árbol grande, su copa cubre toda la
calle y llega hasta la vereda de enfrente, pensar que
quieren cortarlo, que terrible idea: cortar al Señor
Chivato ... supuestamente sus flores ensucian la vereda.
¿Cómo
pueden ver suciedad en las flores rojas que tapizan el lugar
por donde caminamos? Seguro es la nueva dueña de la casa
blanca, ahora gris, eso lo indica todo ¡pintar de gris una
casa! ¡A quien se le ocurre! Solo a alguien que no le
gusten los colores. Ya sé, el gris también es un color y
puede ser bonito, pero TODO gris es algo triste ¿no? Como
sea, es un atentado matar al viejo chivato.
Claro,
la Señora Gris desconoce, seguro no se enteró, que a su
sombra cuando niños jugábamos, que de sus ramas colgábamos
hamacas, y que más de una vez en su copa nos escondimos
cuando algunas mamás salían a buscarnos con la quimérica
pretensión de que debíamos dormir la siesta.
Cuantas
veces recibí de algún vecinito, de regalo un manojo de sus
flores. Y ya de adolescente, fue el colorido chivato
silencioso testigo de los primeros rubores encendiendo las
mejillas que descubrían el amor. Y su corteza, material
incondicional donde los jóvenes grababan sus nombres
entrelazados en algún deforme corazón.
Desde
siempre es nido de gorriones y cardenales, y en sus raíces
descansó en más de una ocasión el cartero cansado de
caminar, y ... ¡Pedro!
el linyera que nos brindaba mágicas horas narrado sus
aventuras que nuestros oídos de 8 años absorbían bajo la
mirada vigilante de nuestros padres, quienes finalmente
entendieron que "El Linye" no hacía mal a nadie y
era un incondicional niñero al que no debían pagar con más
que un atado de puchos o un plato de comida.
Estoy
aquí, bajo él, mi viejo
y querido Chivato... están los obreros que la Señora
Gris contrató para talarlo. ¡NO!, No puedo permitirlo, NO,
¡cortarlo no, por favor!.
Veo...
veo que van a empezar a herirlo .... ¡NO!
-¿Qué
hacen? ¡QUE HACEN! De pronto me doy cuenta que estoy
gritando.
Me
veo. Veo como si viera una película. Me veo corriendo,
arrebatando el arma mortal (que aniquilará mis mejores
recuerdo de infancia) de las manos del obrero. Veo al pobre
hombre que sorprendido me mira y no puede reaccionar.
Parezco loca, enfurecida, estoy loca, enfurecida, sigo
gritando ...
Salen
los vecinos, sale la Sra. Gris, y yo ahí, tan formal, tan
fría siempre... y yo ahí arengando a gritos que NO PUEDEN
MATARLO, que la suciedad de sus flores en la vereda es sólo
suciedad para los que no reconocen la belleza de aquella
alfombra natural, que ...
-
Ese
árbol, Sra. Gris, ¡ESE árbol, Señora!
¡Es parte de la historia de estas calles, de esta
ciudad! -Digo exasperada
Y
continuo: -¡A Ud. Señora! ¿Quién ... Quieeeeén le dijo
que podía así nomás, de buenas a primera quitarnos un
pedazo de nuestra niñez, de nuestra adolescencia, de
NUESTRA VIDA?
La
gente me empieza a rodear, no me importa. Solo importa
detener el sacrilegio, solo ello importa.
-
¡Ud.
Señora desconoce que este árbol estuvo antes que Ud.
siquiera naciera! ¡Que nos cubrió con su sombra y nos dio
un aire puro! Ud. no sabe nada.... nada... ¡Ud. no sabe que
en Navidad era NUESTRO árbol lleno de luz y amor! -
Sin
poder contener las lágrimas, y ya casi sin voz, en un
susurro le digo: - Ud. no sabe que ése árbol fue el lecho
donde El Linye nos dijo adiós. Por favor .... por favor...
no lo mate le ruego .... le ruego... Señora, le ruego ...
Como
en una visión, recién advierto el murmullo de mis vecinos,
de aquellos mis amiguitos de tantas siestas de escapadas y
corridas bajo el chivato, y veo que ellos rodean al Viejo y
querido árbol.
Los
obreros están reunidos con la Sra. Gris, esa mujer... esa
mujer que esta de espalda. Se da vuelta, me mira, y cual
milagro veo que sus ojos también están inundados, y,
advierto ¡Oh Dios! Que el árbol, mi viejo y querido amigo,
el Viejo y noble Chivato, se ha salvado. |